La mayoría de personas están condenadas desde la infancia. Cualquier cosa que haga una persona por sí misma, porque le gusta, se considera inaceptable. La gente, la multitud entre la que tiene que crecer un niño, tiene ideas e ideales propios. El niño tiene que encajar en esas ideas y esos ideales. El niño está indefenso.
¿Os habéis parado a pensar en eso? En la infancia, el ser humano es el más indefenso de todo el reino animal. Todos los animales pueden sobrevivir sin necesidad de la ayuda de los padres ni de la manada, pero el niño no puede sobrevivir. Moriría inmediatamente. Es el ser más indefenso del mundo, vulnerable a la muerte, delicado. Y, naturalmente, los que detentan el poder pueden moldearlo a su antojo.
Y así, todo el mundo se convierte en lo que es, muy a su pesar. Esa es la razón psicológica tras el hecho de que todo el mundo quiere fingir que es lo que no es. Todo el mundo está esquizofrénico. Nunca les han permitido ser ellos mismos, les han obligado a ser otros y su naturaleza no les permite ser felices con esos otros. Por eso, cuando crecemos y nos valemos por nosotros mismos empezamos a fingir muchas cosas que nos habría gustado que formaran parte de nuestro ser en la realidad. Pero en este mundo se ha desviado a todo el mundo. Han obligado a toda persona a ser alguien distinto. No son eso y lo saben. Todos saben que los han obligado a algo: a ser médico, a ser ingeniero, político, delincuente, mendigo. Hay muchas cosas que los han obligado.
En la India, por ejemplo, hay personas que se dedican a robar niños y a dejarlos lisiados, ciegos, cojos… para obligarlos a mendigar y entregar el dinero que han recogido durante el día. Sí, les ofrecen comida y cobijo pero los usan como mercancías. No son seres humanos. Es una situación extrema, pero a todo el mundo le ha ocurrido lo mismo en uno u otro grado. Nadie se siente a gusto consigo mismo.
En este mundo solo existe una clase de felicidad que consiste en ser tú mismo. Y como nadie es como realmente es, todos intentan esconderse de alguna manera, con máscaras, pretensiones, hipocresías. Se avergüenzan de lo que son. Hemos convertido el mundo en un mercado, no en un hermoso jardín al que todos pueden llevar flores. Obligamos a las caléndulas a dar rosas. ¿De dónde van a sacar rosas las caléndulas? Esas rosas serán de plástico y en el fondo, la caléndula llorará, derramará lágrimas de vergüenza porque no ha tenido suficiente valor para rebelarse contra la masa.
Te lo enseñan todo. Pero no te enseñan a ser tú mismo. Es la peor cara posible de la sociedad porque hace sufrir a todo el mundo. Ser lo que no quieres ser, estar con alguien con quien no quieres estar, hacer algo que no quieres hacer, todo esto constituye la base de los sufrimientos. Por una parte la sociedad ha logrado que todos sean desgraciados y por la otra esa misma sociedad espera que no muestres tu sufrimiento, al menos no en público. Es asunto tuyo, algo privado. Ellos lo han creado por lo que es un asunto público. La misma masa que ha creado las razones de tu sufrimiento acabará diciéndote: “Tu sufrimiento es asunto tuyo, pero de cara al exterior tienes que sonreír”. A eso lo llaman protocolo, buenos modales, cultura. En definitiva, hipocresía.
A menos que una persona se diga: “Quiero ser yo mismo, cueste lo que cueste. Que me condenen, que me critiquen, que pierda mi responsabilidad… Todo con tal de no seguir fingiendo ser otra persona”.
Esta decisión, esta declaración de libertad, de liberarse de la masa, da lugar a tu ser natural, a tu individualidad. Entonces ya no necesitarás una máscara. Entonces podrás ser tú mismo. Tal como eres.